Destacadas
DATA INTERNACIONAL: Rajoy gobernará España en minoría con un Parlamento fragmentado
Rajoy deberá, en minoría, liderar la construcción de los consensos básicos que necesita ese país para emprender las inaplazables reformas que el paso del tiempo ha ido postergando. El nuevo Gobierno, cuya renovación debería ser profunda, será la primera y verdadera prueba de si Rajoy ha entendido la coyuntura en la que se sitúa o si pretende seguir como siempre
La reelección de Mariano Rajoy como presidente del Gobierno español pone fin a 10 meses de interinidad política que han dejado en evidencia la incapacidad de los principales partidos para administrar los resultados de dos elecciones generales. Queda atrás un periodo que ha deteriorado gravemente la confianza de los ciudadanos en la política y sus instituciones. Las circunstancias han situado la investidura de Rajoy como el único procedimiento posible de conseguir ese desbloqueo, evitando así el grotesco recurso a unas terceras elecciones.
Queda por delante la tarea de recuperar la normalidad institucional, y en nada contribuyen a ello los discursos de odio y resentimiento empleados por algunos de los que dicen representar la renovación de la política o las constantes alusiones al pasado más oscuro de España en algunos de los discursos pronunciados desde la tribuna. Es el futuro lo que está en juego y no saldar las cuentas de la Guerra Civil o el franquismo.
Tampoco se puede endosar la participación de varios diputados de Unidos Podemos, entre ellos Alberto Garzón, en una marcha convocada “contra el golpe de la mafia” que discurrió ayer por el centro de Madrid, organizada bajo la idea de agitar la ilegitimidad de la investidura del presidente del Gobierno. Este propósito, rotundamente antidemocrático, ha contado increíblemente con parlamentarios dispuestos a actuar de espaldas al órgano representativo del que forman parte.
Políticamente, el presidente reelecto dio menos muestras de encarar positivamente el futuro de las que debe. Al contrario, su discurso de ayer se enrocó en su pasada obra de gobierno y sonó demasiado a continuismo: no dio señales de que se proponga negociar y pactar las reformas que necesita España, sino que reclamó su derecho a disponer de un Gobierno “previsible”, que pueda “gobernar y no ser gobernado”. Las advertencias contra la demolición de sus decisiones anteriores perfilan un Rajoy a la defensiva ante una legislatura que debería estar presidida por la voluntad de tender puentes, dialogar y construir.
Además del apoyo expreso de los diputados de Ciudadanos, la reelección de Rajoy ha sido posible gracias a la abstención de la mayoría de los parlamentarios socialistas. La ausencia del ex secretario general, Pedro Sánchez, que renunció al acta de diputado horas antes de la votación, restó efectivos a la minoría de diputados socialistas que mantuvo el voto negativo a Rajoy, incluidos en ella los representantes del PSC. Ahora toca cerrar la herida abierta en el seno del PSOE, que ha sabido dar un ejemplo de sentido de Estado. Confiamos en que a partir de este momento el PSOE sabrá ejercer su tarea como principal partido de la oposición y alternativa de Gobierno.