Cultur@
ATILIO MILANTA / La Plata
DE MI
HASTA que no dictaminamos sobre nosotros
jamás pondremos ese designio
en todo cuanto tiende a hacer un ser,
o nacer sin morir.
De allí, este misterio y esta verdad
que con torpeza disimulamos,
pretendemos ignorar,
o simplemente desechamos por inválida e inactual,
o sencillamente desdeñamos por arcaica.
Cuando todo a nuestro alrededor
se nos aparece como una conjura extraña
para destruirnos,
constituyéndonos como un nuevo templo,
nosotros nos esmeramos por abismar cada detalle.
O por torcer el rumbo.
Y al término, caer de rodillas con las manos
sin nada.
Y en el alma, un desierto.